Resoluciones de año nuevo. El próximo año, sí que será el gran año… o no

Hace unos 15 años, hice mi primera lista de objetivos para el año siguiente. Me tomé una tarde, me fui a un café en el centro de Oporto, mi ciudad natal, y ahí tranquilamente no solo hice una lista, sino también una especie de mapa de quién es Elias y de hacia dónde quiere ir él. Como si de un trayecto de A a B se tratase. Con “curvas”, “subidas” y “bajadas” estipuladas. Una ruta perfecta.

Sorprendentemente (o no), no realicé ni el 80% de lo que me había propuesto. Quizás, ni un 50%. Ya pasaron algunos años y la memoria me puede engañar, pero seguramente no llegué ni a un 20%. El caso, ¿de qué me sirvió esto? Y ¿por qué seguí haciéndolo en los siguientes años? Vaya pérdida de tiempo, ¿verdad?

Recuerdo que hace unos cinco años me encontraba en São Paulo con el Profesor DeRose, mi profesor, mi amigo y colega de profesión, y con otros compañeros del DeRose Method. Después de una cena buenísima y con el estómago lleno, alguien comentó: “¡mañana haremos ayuno después de tanta comida!”, medio en broma, medio en serio. Tras escuchar esto, el Profesor DeRose comentó “Mañana será otro día…”, enfatizando el hecho de que mañana todo cambiará. Y efectivamente, nadie de los presentes hizo ayuno, que yo sepa, y seguimos comiendo como otro día más.

¿Y no será un poco lo que nos pasa con los objetivos futuros, con nuestra proyección de la realidad, con los famosos propósitos de año nuevo? Un día nos da por visualizar una cosa, nos llenamos de ánimo y nos convencemos de que vamos a conseguirlo, pero ese mismo día, al ir a dormir, parece que reseteamos nuestro cerebro, y a la mañana siguiente, lo que nos parecía tan obvio ya no tiene sentido ahora. Somos seres cambiantes, es cierto. Del mismo modo que nuestras células no dejan de mutar y regenerarse, nuestros pensamientos también lo hacen.

Entonces, ¿cómo estar seguro de qué es exactamente lo que queremos? Por un lado, tenemos que aprender a conocernos, a llevar la mirada hacia dentro, sin miedo ni misterio. Autoconocimiento y auto-observación. Esto se potencia con técnicas como el mindfulness o la meditación, por ejemplo. Y, por otro lado, tiene que haber una cohesión entre aquello que deseamos y quiénes somos. No soñar con ir a las Olimpiadas si nunca has hecho deporte. Mejor ir poco a poco, paso a paso, y si hacer deporte es algo que nos motiva, empecemos por ir al gimnasio. 

Observando esto, a partir de un cierto punto en mi vida, pasé a cuestionarme más quién yo era, para pasar al cómo quería ser yo, o cómo quería estar. Esto me permitía generar arquetipos que me servían de referencia para después alcanzar mis objetivos, los cuales, gracias a la práctica y el proceso de introspección, estaban en sintonía conmigo. 

En conclusión, a la hora de definir tus objetivos o propósitos de año nuevo, ten en cuenta lo que realmente eres, como persona, tu personalidad y forma de ser, y a la vez medita mucho, conecta contigo y actúa desde lo más puro que tengas dentro. De este modo es mucho más probable que eso que te propongas, efectivamente se haga realidad. 

Un abrazo,

Elias

fr_FRFrench

Contacto directo:

José Candeago

+34 689 09 25 85

[email protected]